Cuentos

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¿ALGO QUE PERDER?

Durante los últimos 33 años, cada vez que me he mirado al espejo por la mañana me he preguntado: “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?”. Y siempre que la respuesta ha sido “No” demasiados días seguidos, he sabido que algo tenía que cambiar… casi todo- todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el miedo al ridículo o al fracaso- se desmorona cuando te enfrentas a la muerte, dejándote sólo lo que de verdad importa. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco para no caer en la trampa de pensar que tienes algo que perder.

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ECOLOGÍA DE LAS PALABRAS

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Tal vez no lo hayas notado, pero las palabras tienen una fuerza extraordinaria.

Una sola palabra, pronunciada en un lugar cualquiera de la tierra, puede desencadenar una guerra a miles de kilómetros de distancia.

Una palabra dicha en un determinado momento entre dos hermanos, dos amantes o dos amigos puede provocar el final de esa relación y prolongar los efectos a lo largo de los años.

Las palabras son misteriosas y, tal vez, todavía no conocemos lo suficiente su poder. Por eso, a menudo hacemos un uso desenfadado y desaprensivo de ellas. Y la mayoría de las veces, ni siquiera somos conscientes de sus consecuencias.

“Tan sólo son palabras”, decimos, pero hay algunas que no necesitan ser pronunciadas: basta con pensarlas para que nos arroyen con toda su potencia explosiva, o influyan en nuestro estado de ánimo y nuestros pensamientos a lo largo de horas, incluso días.

Una buena palabra puede desencadenar un llanto irrefrenable, conmoverte o elevarte en la gratitud. Una mala puede herirte más profundamente que una cuchilla o un proyectil e imposibilitar que esa herida cicatrice.

Una palabra puede hacer que enfermar e incluso matarte, otro te cura y te devuelve a la vida. Las palabras son una realidad potente y eficaz, independientemente de su significado: sus vibraciones producen una frecuencia y calidad, con lo que crean resonancias o disonancias, que preceden al sentimiento que provocan.

Hay palabras que fueron importantes durante una época determinada y que luego quedaron aparcadas. Palabras poderosas capaces de expresar grandes cosas. Palabras como misericordia o providencia nos hablan de cuando no pensábamos saberlo todo o controlar cada cosa y buscábamos palabras para encomendarnos a una realidad superior.

Hoy tenemos palabras nuevas: internet, wireless, network, smartphone, globalización. Son palabras que nos acompañarán durante mucho tiempo. Pero aquellas palabras que pronunciaba tu madre para consolarte mientras llorabas, o para acompañarte a la oscuridad de los sueños ante la que no querías rendirte, serán las únicas que resonarán para ti y con una fuerza extraordinaria.

Las palabras son importantes. Las palabras que pensamos y las que pronunciamos. Pero también aquellas que escuchamos.

La palabra “gracias” es preciosa. La palabra “amor” es una de las más poderosas. La palabra “si” puede abrirte el corazón y expandir tu alma. La palabra “no” puede cerrar ambos para siempre.

Hay determinadas palabras pronunciadas por grandes almas que tienen efectos increíbles y atemporales. Las palabras elegidas y pronunciadas por Buda: “compasión”; O por Jesús; “perdón”; la palabra de Gandhi; “paz”; y la Madre Teresa de Calcuta: “servicio”. La pronunciada por Nelson Mandela: “igualdad”; o la de Martin Luther King: “sueño”. La palabra del Papa Juan XXIII: “bondad”.

Todas estas palabras siguen ahí, a disposición de la humanidad al completo, con los mismos efectos de siempre.

Las palabras son mágicas. Elígelas con esmero. Las que escojas para describir la realidad son aquellas que crean tu realidad: las que eliges para definirte a ti mismo, crean los limites dentro de los cuales te constriñes a estar.

Cambia tus palabras y cambiadas tu vida.

Empieza a tomar conciencia de las palabras que empleas. Después, opta por elegir las que te benefician, te acarician, te consuelan y te animan.

No utilices y no escuches las palabras que te hacen sentir mal. Si escuchas o lees palabras que no te gustan,  evítalas; no las alimentes, no seas cómplice, aléjate, haz que el discurso cambie de dirección y llévalo al ámbito positivo.

Para cuidar de nosotros mismos, de nuestra alma y también de nuestra salud, tenemos que prestar atención a nuestro lenguaje y a nuestros pensamientos.

Quien habla mal, vive mal.

Tenemos que crear una nueva ecología de las palabras. Reencontrar palabras antiguas e inventar otras nuevas, si es necesario.

Porque una palabra adecuada en el momento adecuado puede cambiarte la vida, incluso salvar el mundo.

Del libro: “ La felicidad en la mesita de noche” de Alberto Simone

LAS LEYES DE PARKINSON

Cyrill Northcote Parkinson trabajaba para el gobierno británico y observó que, a medida que el imperio iba disminuyendo de tamaño en las colonias, los empleado públicos iban en aumento, es decir, había muchos mas funcionarios de los que se necesitaban. Concretamente, aumentaban entre un 5 y un 7 por ciento cada año, independientemente del trabajo que hubiese.

Escribió un libro donde enunció sus famosas leyes de Parkinson:

  1. El trabajo se expande hasta llenar el tiempo de que se dispone para su realización.
  2. Los gastos aumentan hasta cubrir todos los ingresos.
  3. El tiempo dedicado a cualquier tema de la agenda es inversamente proporcional a su importancia.

Fuente: Libro superpoderes del éxito para gente normal.

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SOBRE EL ESFUERZO Y LAS EXCUSAS

Cuentan que una columna militar estaba de maniobras cuando de repente se detiene.El comandante le pide a un soldado que el informe del motivo.

A los cinco minutos el soldado vuelve y le dice:

  • Mi comandante, hay un obstáculo en el camino.
  • Pues que vayan diez soldados a retirarlo.
  • A los diez minutos el soldado vuelve.
  • Mi comandante, no han conseguido moverlo.
  • Pues que vayan otros diez más.
  • Quince minutos más tarde, vuelve el soldado.
  • Mi comandante, veinte soldados no son suficientes.
  • Pues que vayan cien soldados más.
  • Media hora más tarde, el soldado regresa.
  • No hemos podido, mi comandante.
  • Pandilla de inútiles, ¿qué pasa, que tengo que ir yo?

El comandante se planta en medio del camino, mira un árbol que interrumpía el paso y con decisión lo coge por el tronco, lo levanta y lo arrastra fuera del camino.

Y el soldado le dice:

  • Nos ha fastidiado, mi comandante, haciendo fuerza cualquiera…
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¿QUIÉN ES MÁS IMPORTANTE?

J

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Juan Antonio Corbalán, Capitán del real Madrid de baloncesto durante los años 70 y 80 y auténtico referente ético de liderazgo.

Cuando un jugador joven llegaba al Madrid, Corbalán se sentaba con él para hablarle de viejos héroes, valores, cuestiones prácticas, funciones, obligaciones, ritos y lo que tocara. Se trataba de que cuando el nuevo jugador se pusiera la camiseta blanca, supiera exactamente lo que representaba. Al final de cada charla, Corbalán le hacía una pregunta demoledora: ”¿quién es más importante en el club: el presidente o tú?”. El chico, intimidado por el club, por Corbalán y por la pregunta en sí, se apresuraba a contestar que al lado del presidente del Real Madrid él no era nadie. Pero Juan, que estaba esperando su respuesta, le devolvía la pregunta justa: ” y cuando tú tienes la pelota entre las manos, ¿qué importancia tiene el presidente?”. No se puede bajar mejor a la tierra la relevancia de un individuo dentro de una organización. Aplíquelo a cualquier ámbito de actuación y la anécdota tendrá la misma eficacia.  si un empleado de una sucursal bancaria está ante un cliente, en ese momento él es el dueño del banco. Porque, para ese cliente, el presidente del banco no tiene ninguna función practica ni simbólica. El empleado, sí.

Del libro “Los 11 poderes del libro de Jorge Valdano”.

LARGAS JORNADAS, BILARDO

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Cuentan que en una ocasión los jugadores de la selección argentina se quejaron de una sesión de entrenamiento más larga y exigente de lo habitual. A la mañana siguiente, Bilardo despertó a toda la plantilla las cinco de la mañana, los subió un autobús y los llevó a una boca de metro. Aún era de noche y durante más de una hora los jugadores vieron entrar y salir a un río de gente con su cansancio a cuestas, con sus bolsas de comida, con sus maletines de trabajo, con su aire rutinario… La lección terminó cuando, después de un buen rato, Bilardo dijo: esta gente sale de casa cuando aún es de noche y por vuelve cuando ya es de noche. No vuelvan a quejarse de los entrenamientos largos, por favor. Cuentan que aquel autobús volvió al hotel en un silencio inolvidable.

EL EJEMPLO, GANDHI

En una de sus multiples apariciones en publico, una madre se presento ante el con su hijo despues de varias horas de esperar en la fila para que este le aconsejara al joven que dejara de comer dulces. “Si se lo dice el maestro, penso la mujer, seguro que tendra mucho mas impacto”. Su sorpresa fue mayuscula cuando se dio cuenta de que el maestro, turbado, apenas le hizo caso y le dijo que volviera en rtes semanas. Tres semanas despues, madre e hijo volvieron a ver al maestro. Esta vez, en cambio, Gandhi le dijo al nino que no comiera dulces porque eran perjudiciales para su salud. Un poco enfadada, la madre le pregunto al maestro: “ No se lo podría ria haber dicho el primer día y me habría ahorrado la fila para hablar de nuevo con usted?”. Gandhi le respondio: “Es que entonces yo todavia comia dulces”.

EL OBJETIVO

Hubo una vez un joven estudiante que viajó muchos kilómetros en busca de un famoso maestro espiritual. Cuando por fin lo conoció le dijo que el objetivo principal de su vida era convertirse en el hombre más sabio de la tierra. Por eso necesitaba el mejor maestro. Viendo el entusiasmo del joven, el maestro estuvo de acuerdo en compartir con él sus conocimientos y le permitió que se unirá a él.

¿Cuánto tiempo tardaré y en hallar la iluminación? Preguntó inmediatamente el muchacho. Cinco años, respondió el maestro.

Es demasiado, dijo el muchacho. No puedo esperar cinco años.

¿Y si estudió el doble que otros alumnos? Entonces, diez años, fue la respuesta. ¡Diez años!

Y si estudio noche y día con toda mi alma, ¿cuánto tardaría en convertirme en el sabio que siempre he soñado ser? Quince años, contestó el maestro.

El muchacho estaba muy frustrado. ¿Cómo que es posible? Cada vez que te digo que trabajaré más duro para lograr mi objetivo de comentas que tardaré más tiempo. La respuesta es sencilla, dijo el maestro. Si pones un ojo en la recompensa sólo te queda otro para centrarte en el objetivo.

EL TIEMPO

Todo tiene su momento y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su tiempo. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de lamentarse y tiempo de danzar; tiempo de esparcir piedras y tiempo de amontonarlas; tiempo de abrazarse y tiempo de separarse; tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz.

Eclesiastés 3 , 1-8

LA CALMA

Hace varios años, mientras el escritor y profesor Arthur Rosenfeld estaba en su coche en un Starbucks de Florida esperando su turno en una larga cola, el conductor de detrás, impacientados montó en cólera y se pudo a pegar bocinazos y a insultar a Arthur y a los empleados de Starbucks.

¡Ya te enseñaré yo lo que les pasa a los tipos groseros e impacientes!, se dijo Arthur para sus adentros. Pero de pronto fue consciente de que tenia el rostro contraído por la ira y el odio como el molesto conductor de atrás.

En ese momento experimentó lo que Arthur denomina “un cambio de conciencia”: decidió mantener la calma y transformar la negatividad en algo positivo. Pagó su pedido, el del tipo furibundo y luego se marchó. Al llegar a su casa descubrió que su acción había salido en los telediario de la NBC. A las veinticuatro horas las noticias de lo que había hecho se habían propagado por todo el mundo a través de internet y de la televisión.

SIDDHARTA

En cierta ocasión, Govinda se encontraba junto con otros dos monjes descansando en el jardín que la cortesana Kamala había regalado a los discípulos de Gotoma. Había oído hablar de un viejo barquero que vivía junto al rio, a una jornada de distancia, y que era considerado un sabio. Cuando llegó el día que tuvo que continuar su camino, Govinda eligió el camino en dirección a la barca, ya que deseaba conocer a aquel barquero, pues a pesar de que había vivido to0da su existencia según las reglas y aunque los monjes jóvenes le respetaban por su edad  y modestia, dentro de su corazón no se había apagado la llama de la inquietud y la búsqueda.

Llegó al rio, rogo al viejo que le condujera a la otra orilla y cuando bajaron de la barca, declaró:

– Mucho bien nos has hecho a nosotros los monjes y peregrinos, ya que a la mayoría nos ayudaste a cruzar este rio. ¿No eres tú también, barquero, uno de los que buscan en el camino de la verdad?

Los viejos ojos de Siddhartha sonrieron al contestar:

– ¿Te cuentas también tu entre los que buscan, venerable, a pesar de tus muchos años y de llevar el habito de los monjes de Gotoma?

– Aun siendo viejo- repuso Govinda-, no ceso de buscar. Jamás dejaré de hacerlo: ése parece ser mi destino. Y creo que tú también has buscado. ¿Quieres darme un consejo, venerable?

Siddhartha declaró:

-¿Qué podría decirte, venerable? Quizás que has buscado con demasiado ahínco. Que a fuerza de buscar, no has podido encontrar.

-¿Cómo es eso?- preguntó Govinda.

-Cuando alguien busca- continuó Siddhartha-, fácilmente puede ocurrir que su ojo sólo se fije en lo que busca; pero como no lo halla, tampoco deja entrar en su ser otra cosa; no puede absorber nada diferente, pues se concentra en lo que busca. Tiene un fin y está obsesionado con él. Encontrar, sin embargo, significa estar libre, abierto, no tener ningún fin. Ti, venerable, quizás eres realmente uno que busca, pero, persiguiendo tu objetivo, no ves muchas cosas que están a la vista.

MI ALMA TIENE PRISA

Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora.

Me siento como aquel niño que ganó un paquete de “dulces”; los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos  Profundamente.

Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.

Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.

Mi tiempo es escaso como para discutir títulos. Quiero la esencia, mi alma tiene prisa… Sin muchos “dulces” en el paquete…

Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana. Que sepa reír de sus errores. Que no se envanezca, con sus triunfos. Que no se considere electa antes de la hora. Que no huya de sus responsabilidades. Que defienda la dignidad humana. Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.

Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.

Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas… Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñaron a crecer con toques suaves en el alma. Sí…, tengo prisa…, tengo prisa por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.

Pretendo no desperdiciar parte alguna de los “dulces” que me quedan… Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.

Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.

Tenemos dos vidas y la  segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una…