Cuentos

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LA FAMILIA Y EL BURRO

Un hombre y su mujer salieron de viaje con su hijo de 12 años, que iba montado sobre un burro. Al pasar por un pueblo la gente comentó: “Mirad a ese chico tan maleducado él tan cómodo en el burro y sus pobres padres van caminando. Entonces la mujer le dijo a su marido, “no permitamos que la gente hable mal de nuestro hijo y sube tu a lomos del burro”.

Al llegar al segundo pueblo la gente murmuró “que sinvergüenza, este hombre a lomos del burro y su familia tirando del burro”. Entonces tomaron la decisión que fuera la mujer que subiera al burro, al llegar al siguiente pueblo la gente exclamo! “Pobre hombre! Después de todo el día de trabajar y ahora tirando del burro mientras su esposa va cómodamente encima del burro! Que mala esposa!! y pobre hijo que será lo que le espera con esa madre”.

Entonces se pusieron de acuerdo y decidieron subir los tres al burro, al llegar al siguiente pueblo la gente dijo “Mirad que familia, son más bestias que el burro que les lleva! Le van a partir la columna al pobre animal! Al escuchar esto decidieron bajar del burro y ir andando, al llegar al último pueblo de su viaje la gente exclamó “Mirad a estos tres idiotas, caminan cuando tiene un burro que les podría llevar.

NASRUDÍN Y SUS LLAVES

Muy tarde por la noche el Mullah Nasrudin se encuentra dando vueltas alrededor de una farola, mirando hacia abajo. Pasa por allí un vecino.

—¿Qué estás haciendo Nasrudín, has perdido alguna cosa?— le pregunta.

—Sí, estoy buscando mi llave.

El vecino se queda con él para ayudarle a buscar. Después de un rato, pasa una vecina.

—¿Qué estáis haciendo? —les pregunta.

—Estamos buscando la llave de Nasrudín.

Ella también quiere ayudarlos y se pone a buscar. Luego, otro vecino se une a ellos. Juntos buscan y buscan y buscan. Habiendo buscado durante un largo rato acaban por cansarse. Un vecino pregunta:

—Nasrudín, hemos buscado tu llave durante mucho tiempo, ¿estás seguro de haberla perdido en este lugar?

—No, dice Nasrudín

—¿dónde la perdiste, pues?

—Allí, en mi casa.

—Entonces, ¿por qué la estamos buscando aquí?

—Pues porque aquí hay más luz y mi casa está muy oscura.

EL POLLERO MENTIROSO

Un hombre fue al mercado y en una tienda vio un pollo colgado.

—¿Cuánto pesa? —preguntó al pollero.

—Dos kilos y medio —contestó el aludido.

—¿Y no lo tiene más grande? —volvió a preguntar el cliente.

Voy a mirar dentro —respondió el tendero.

La verdad era que solo tenía aquel pollo, pero de ningún modo quería perder la venta; así que regresó de la trastienda con el mismo pollo en las manos diciendo:

—Tengo este otro que pesa tres kilos.

—Estupendo —dijo el cliente—, ¡póngame los dos!

El tonto pollero, que se creía astuto, pensó que para garantizar una venta valía cualquier cosa. Esta triste concepción lamentablemente aún anida en la idiosincrasia de ciertas organizaciones y, en el pasado, algunos CEO se ufanaban de esta «conducta pollero», que a veces puede parecer válida a corto plazo, pero que a medio y largo plazo significa la ruina. Es, desde luego, en los departamentos de ventas donde la priorización de lo verdadero sobre lo válido representa sencillamente la vida o la muerte de la empresa.

LA SERENIDAD

Hace mucho tiempo, en un país lejano, vivía un rey viudo que se preocupaba mucho por la educación de su único hijo y heredero, que entonces tenía doce años. Un buen día, el rey quiso explicarle a su hijo el significado de la palabra serenidad. Los maestros del niño, los sabios de palacio y hasta el mismísimo rey lo intentaron, pero el muchacho no conseguía entenderlo. El rey estaba preocupado, ya que para él se trataba de un concepto básico y necesario para su futuro como monarca.

Su majestad, con una cultura y una sensibilidad muy avanzadas para su época, tuvo una idea: si las palabras no daban fruto en la mente de su hijo, tal vez si lo harían las imágenes. Y así fue como el rey ideó una gran exposición de pintura en la que el tema central sería la serenidad. Dicho y hecho, su secretario personal se puso en marcha para obedecer las órdenes de su majestad e hizo llegar la noticia a todos los rincones del reino, puesto que el rey impuso como norma que todos sus súbditos pudieran participar, fueran o no artistas, y que ninguna obra, por mala que fuese,  quedará descartada de la gran exposición que se haría en la gran sala del trono. Una bolsa de monedas de oro sería el premio. Se trataba de una pequeña fortuna, lo cual incentivó a que participase una gran cantidad de súbditos de toda clase y condición.

Las obras empezaron a llegar y llenar la gran sala del trono. Había tantas que el secretario quiso poner un poco de orden clasificándolas personalmente, según la calidad, la belleza del paisaje y la gama de colores. A medida que llegaban, colocaba en los lugares destacables las obras que consideraba más brillantes, ya que se había propuesto que esa exposición fuera memorable y recordada por todos durante muchos años. Las obras de poca calidad quedaban relegadas a la ultima pared, la más oscura y escondida.

Un día antes de la gran inauguración, un viejo que vivía en la montaña y que de joven había sido pintor trajo su cuadro. Cuando lo vio, el secretario quedó horrorizado. ¿Pero qué era aquello? Los colores oscuros, negros y grises, dominaban la tela, que representaba una terrible tempestad en el mar y unas olas que rompían con fuerza contra un acantilado. El hombre no podía evitar sentir cierto miedo al mirarlo. Aunque la calidad era bastante aceptable, y probablemente el artista tenía talento, no lograba entender cómo eso podía llevar el título de serenidad. El secretario y sus ayudantes pensaron hasta en esconder el cuadro para que el rey no se enfadara al verlo en medio de aquella sala fastuosa llena de bellas obras de arte. Pero las indicaciones del rey era muy claras (todos podían participar), y el secretario nunca se atrevería a desobedecer sus órdenes, así que finalmente lo colocaron al final del todo, en la pared más oscura.

El día de la inauguración, la plaza real se llenó hasta los topes. Artistas, súbditos y la nobleza en pleno querían ser los primeros en ver la exposición más grande que jamás se había celebrado en el reino. Delante de la comitiva iban el rey y su hijo, emocionados porque por fin el heredero podría entender es significado de la palabra serenidad.

La sala del trono, decorada con el gusto refinado del secretario, estaba espectacular. Todas las obras eran de una gran belleza y se serenidad: puestas de sol, el mar en calma, los prados llenos de flores o las montañas nevadas. El rey miraba  todos y cada uno de los cuadros con intensidad, buscando el enseñaría a su hijo. En silencio era absoluto entre los nobles que los seguían para no molestarlo en su concentración, mientras que él se detenía pacientemente ante cada obra y la observaba con detenimiento. Así, después de un rato, llevo a la última pared, la más oscura. Cuando vio aquel cuadro terrible, la cara de sorpresa del monarca hizo temblar a su secretario, temeroso por un momento de perder su cargo, y aguantó la respiración mientras el rey seguía observando, curioso, ese paisaje tenebroso. Se acercó, lo miro con interés, se alejó y volvió acercarse hasta casi tocar la tela con la nariz.

Entonces el rey se volvió, miró a su secretario y dijo:

Este es el cuadro ganador. Hijo, acércate para ver qué es la serenidad.

El secretario se quedó boquiabierto, no entendía nada.

El muchacho se acercó y pudo observar que en medio de aquella terrible tempestad, entre los relámpagos y el cielo ennegrecido, había una roca que sobresalía del mar y encima de ella un pequeño nido de pájaros. Se acercó un poco más y pudo ver que dentro del nido había una madre pájaro dando de comer a sus cuatro crías.

El rey entonces le dijo:

Hijo, esto es la serenidad: saber, en medio de la tormenta, cuál es tu prioridad.

EL TAMAÑO DE TU MUNDO

  • El niño le pregunta al sabio:
  • ¿Cuánto mide el universo?
  • Y el sabio le contesta:
  • El universo tiene la medida de tu mundo.
  • Y, ¿De qué medida es mi mundo? -vuelve a preguntar el niño con curiosidad.
  • Tu mundo tiene la medida de tus sueños

DALAI LAMA

  • ¿Qué le sorprende de la humanidad?
  • Los hombres.
  • ¿Por qué?
  • Porque pierden la salud para ganar dinero y después pierden el dinero para recuperar la salud. Y porque por pensar con ansiedad sobre su futuro no disfrutan del presente, con lo cual no viven ni el presente ni el futuro. Y viven como si nunca tuvieran que morir, y mueren como si no hubieran vivido jamás.

MIREIA

“Mireia Belmonte sueña a lo grande”, contestó en 2014 el director técnico de la Federación Española de Natación, Jose Antonio del Castillo. En la misma conversación, su entrenador el francés Fred Vergnoux, fue más explícito con la clave de sus éxitos: “ Cuando pregunto a los nadadores cuántos quieren ser medallistas olímpicos, todos alzan la mano. Cuando les digo lo que hay que hacer para lograrlo, solo Mireia la mantiene levantada”.

Del libro Espíritu de remontada de  Jose Luis Llorente

EL EXAMEN

“Un lunes de examen, cuatro alumnos aparecen en clase sin haber estudiado y se inventan una historia. Le cuentan al profesor que, volviendo de una boda el día antes, tuvieron un accidente. Ellos salieron ilesos pero pasaron la noche en el hospital con sus amigos heridos. El profesor, comprensivo, les dice que les pondrá el examen al cabo de unos días cuando se les haya pasado el shock del accidente y estén más concentrados.

El día del examen, habiendo ya estudiado, se presentan ante el profe, que les coloca en cuatro clases separadas, les quita los móviles y les pone a los cuatro el mismo examen de cuatro preguntas:

  1. ¿Quién se casaba?
  2. ¿A qué hora fue el accidente?
  3. ¿Marca y modelo del coche en el que ibais?
  4. ¿Nombre de los amigos heridos?

Nota: si contestáis todos igual a las preguntas, tendréis un sobresaliente.”

DIÓGENES

Estaba Diógenes cenando lentejas en su tonel cuando le vio el filosofo Aristipo, quien vivía confortablemente a punta de adular al Rey.

Y le dijo Aristipo: “Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas’.

A lo que replicó Diógenes: “Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey”.

EL LETHANI

—¿Cuál es el corazón del Lethani? —preguntaba a Vashet.

—El éxito y la acción correcta.

—¿Qué es más importante, el éxito o la acción correcta?

—Son lo mismo. Si actúas correctamente, consigues el éxito.

—Pero otros consiguen el éxito mediante actos incorrectos —objeté.

—Los actos incorrectos nunca conducen al éxito —afirmó Vashet, tajante—.

—Si un hombre actúa incorrectamente y obtiene el éxito, ese no es el buen camino. Sin el Lethani no hay éxito verdadero.

Del libro “El temor de un hombre sabio” de Patrick Rothfuss

TRABAJO BASURA

Más cerca de casa, la película de 1999 Trabajo basura esquematizaba los absurdos rituales y la burocracia de una ficticia empresa de tecnología, y se convirtió en una película de culto porque la situación resultaba perfectamente reconocible.

En la película, el programador Peter Gibbons le describe su trabajo a un hipnoterapeuta:

PETER: Estaba hoy sentado en mi cubículo y he caído en la cuenta de que desde que empecé a trabajar, cada día de mi vida ha sido peor que el anterior. Eso quiere decir que cada vez que me ve, es el peor día de mi vida.

DOCTOR SWANSON: ¿Y qué me dice de hoy? ¿Es el peor día de su vida?

PETER: Sí.

DOCTOR SWANSON: Vaya, pues sí que estamos buenos.

Del libro “La nueva fórmula del trabajo” Laszlo Bock

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BILL GATES

Durante una visita a Harvard Business School, Bill Gates comentó: “El  problema con ustedes es que a lo que llaman examinar el entorno, yo lo llamo hablar con la gente”.