Nos gusta complicar. Pensamos que cuanto más complejo es algo, más valor tiene. Todo lo contrario. El valor está en el uso, y sólo se usa si se entiende. Los largos manuales contribuyen a la deforestación del planeta, a poco más.
Mucha gente hace cosas que no entiende, que aun siendo en esencia sencillas, el método las complica. Lo importante no es la herramienta. La herramienta debe ser el medio que nos ayude a alcanzar el objetivo. En ocasiones no alcanzamos el objetivo porque nos perdemos en la herramienta. Un ejemplo claro de esto es la gestión por competencias. El concepto es claro, en la implantación la liamos (más si está unido a un programa informático).
El que sea fácil para el diseñador no significa que lo sea para el usuario. Cuando implantamos cosas, debemos pensar mucho más en el otro que en nosotros mismos. El que debe entender es el otro no tu. Tendemos a hacer sistemas complejos porque el diseñador (que tiene alta experiencia en el diseño) le ha dedicado muchas de sus horas. ¡Que sea de 10!. Después, éste dedica muy poco tiempo a explicar el sistema a alguien que normalmente no entiende ni tiene la experiencia básica necesaria. No funciona. Diseño de 10 implanción de 3. Todavía puede ser peor, y es que el diseñador esté alejado de la realidad necesaría. En este caso, el diseño puede ser de 10 pero la implantación es de 0. Se ha hecho algo que no vale para nada. ¡Gran trabajo!
No es ni el diseño ni la implantación, es el resultado del conjunto. Para eso, el diseñador tiene que trabajar con el usuario, y tienen que entender el conjunto los dos.
Hay que hacer fácil para que se entienda. Solo funciona si se entiende. Solo funciona si es fácil.
Bien es cierto que todo tiene un límite…
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