El otro día en un grupo de trabajo salió este palabro. Me encantó, y me da pie a escribir este post. ¿Cuánto de lo que haces en tu día a día tiene valor? ¿Cuántas veces te planteas al día, semana, mes, año, vida, cuánto de lo que haces puede hacerse mejor o sirve para algo? ¿Qué porcentaje de monotonía hay en tu vida? ¿Con qué intensidad saltas de la cama, te metes en el coche, y entras en tu empresa a trabajar o en cualquier otra actividad de tu vida cotidiana? ¿Cuánta rutina hay en tu trabajo? ¿Qué porcentaje de tu trabajo y vida está aburguesado?
Eres el resultado de todo lo que has hecho hasta ahora. Ni más ni menos. Si te has esforzado mucho, hoy tendrás una recompensa a tu carrera. Nada ocurre por fortuna o por casualidad. Si tu tiempo lo has dedicado a tareas de bajo valor, el resultado estará relacionado con ellas (de la lotería hablo otro día).
Somos animales de costumbres para bien y para mal. El cerebro es una máquina perfecta que mediante la repetición de tareas crea conexiones neuronales con el único objeto de no tenerles que dedicar tiempo y ahorrar energía. Es por eso que respiras de forma inconsciente, al igual que conduces, o te tomas un café todos los días nada más llegar al trabajo, o sigues la misma secuencia de operaciones todas las mañanas al levantarte,…. Ahora bien, cuidado con qué cosas convertimos en hábito y cómo somos conscientes de que las tenemos que cambiar. Cuidado con qué cosas nos aburguesamos, porque coartamos su posibilidad de mejora.
Así, que analiza lo que haces, y qué porcentaje de aburguesamiento tienen tus tareas en el trabajo y en la vida. A partir de ahí, te animo a que reduzcas ese porcentaje.
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