Soy ingeniero superior industrial. Afortunadamente, a lo largo de mi carrera he tenido la posibilidad de desarrollar el lado derecho de mi cerebro. A pesar de haber trabajado en planificación, calidad, procesos, dirección industrial, y tener por ello una parte de método, rigor, organización y orientación a resultado, siempre me ha movido el generar modelos de gestión en los que se tenga en cuenta a la persona. Modelos en los que la persona se involucra con el proyecto y da lo mejor de sí. Proyectos comunes en los que las personas trabajan a gusto porque quieren.
Me considero un ingeniero humano. De alguna forma ingenio a través de personas. La semana pasada un operario me llamó, y me preguntó si podía estar conmigo. Dejé lo que estaba haciendo y le dije que viniese a mi sitio. Estaba acalorado por un tema concreto. En el transcurso de la conversación me hizo un regalo: “me gusta hablar contigo porque sé que me calma”. Una vez que terminamos la reunión reflexionaba sobre el regalo. Lo primero de todo es que me está diciendo que le escucho. Lo segundo es que le comprendo e intento apoyar. Lo tercero, que merezco su confianza. Qué bonito es para un líder o un responsable que tu gente te diga que en ti encuentra paz.
También reflexiono sobre llevar a la practica aquello de que las personas son lo más importante de una organización. ¿En cuantas organizaciones el Director general dedica una hora a un operario porque está nervioso? La teoría nos la sabemos, la diferencia la marca la práctica.
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