ECOLOGÍA DE LAS PALABRAS

16 noviembre, 2019. 0 Comentarios

ECOLOGÍA DE LAS PALABRAS

16 noviembre, 2019 / 0 Comentarios
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Tal vez no lo hayas notado, pero las palabras tienen una fuerza extraordinaria.

Una sola palabra, pronunciada en un lugar cualquiera de la tierra, puede desencadenar una guerra a miles de kilómetros de distancia.

Una palabra dicha en un determinado momento entre dos hermanos, dos amantes o dos amigos puede provocar el final de esa relación y prolongar los efectos a lo largo de los años.

Las palabras son misteriosas y, tal vez, todavía no conocemos lo suficiente su poder. Por eso, a menudo hacemos un uso desenfadado y desaprensivo de ellas. Y la mayoría de las veces, ni siquiera somos conscientes de sus consecuencias.

“Tan sólo son palabras”, decimos, pero hay algunas que no necesitan ser pronunciadas: basta con pensarlas para que nos arroyen con toda su potencia explosiva, o influyan en nuestro estado de ánimo y nuestros pensamientos a lo largo de horas, incluso días.

Una buena palabra puede desencadenar un llanto irrefrenable, conmoverte o elevarte en la gratitud. Una mala puede herirte más profundamente que una cuchilla o un proyectil e imposibilitar que esa herida cicatrice.

Una palabra puede hacer que enfermar e incluso matarte, otro te cura y te devuelve a la vida. Las palabras son una realidad potente y eficaz, independientemente de su significado: sus vibraciones producen una frecuencia y calidad, con lo que crean resonancias o disonancias, que preceden al sentimiento que provocan.

Hay palabras que fueron importantes durante una época determinada y que luego quedaron aparcadas. Palabras poderosas capaces de expresar grandes cosas. Palabras como misericordia o providencia nos hablan de cuando no pensábamos saberlo todo o controlar cada cosa y buscábamos palabras para encomendarnos a una realidad superior.

Hoy tenemos palabras nuevas: internet, wireless, network, smartphone, globalización. Son palabras que nos acompañarán durante mucho tiempo. Pero aquellas palabras que pronunciaba tu madre para consolarte mientras llorabas, o para acompañarte a la oscuridad de los sueños ante la que no querías rendirte, serán las únicas que resonarán para ti y con una fuerza extraordinaria.

Las palabras son importantes. Las palabras que pensamos y las que pronunciamos. Pero también aquellas que escuchamos.

La palabra “gracias” es preciosa. La palabra “amor” es una de las más poderosas. La palabra “si” puede abrirte el corazón y expandir tu alma. La palabra “no” puede cerrar ambos para siempre.

Hay determinadas palabras pronunciadas por grandes almas que tienen efectos increíbles y atemporales. Las palabras elegidas y pronunciadas por Buda: “compasión”; O por Jesús; “perdón”; la palabra de Gandhi; “paz”; y la Madre Teresa de Calcuta: “servicio”. La pronunciada por Nelson Mandela: “igualdad”; o la de Martin Luther King: “sueño”. La palabra del Papa Juan XXIII: “bondad”.

Todas estas palabras siguen ahí, a disposición de la humanidad al completo, con los mismos efectos de siempre.

Las palabras son mágicas. Elígelas con esmero. Las que escojas para describir la realidad son aquellas que crean tu realidad: las que eliges para definirte a ti mismo, crean los limites dentro de los cuales te constriñes a estar.

Cambia tus palabras y cambiadas tu vida.

Empieza a tomar conciencia de las palabras que empleas. Después, opta por elegir las que te benefician, te acarician, te consuelan y te animan.

No utilices y no escuches las palabras que te hacen sentir mal. Si escuchas o lees palabras que no te gustan,  evítalas; no las alimentes, no seas cómplice, aléjate, haz que el discurso cambie de dirección y llévalo al ámbito positivo.

Para cuidar de nosotros mismos, de nuestra alma y también de nuestra salud, tenemos que prestar atención a nuestro lenguaje y a nuestros pensamientos.

Quien habla mal, vive mal.

Tenemos que crear una nueva ecología de las palabras. Reencontrar palabras antiguas e inventar otras nuevas, si es necesario.

Porque una palabra adecuada en el momento adecuado puede cambiarte la vida, incluso salvar el mundo.

Del libro: “ La felicidad en la mesita de noche” de Alberto Simone