De una manera u otra lo vas a hacer, la cuestión es cómo lo afrontas. La mayoría de las veces afrontamos las tareas desde la perspectiva de “la tengo que hacer”, es decir, desde la obligación. Esa misma tarea, se puede afrontar desde el “querer hacer”, es decir, desde la voluntad. La tarea es la misma, pero la actitud no.
Un par de ejemplos:
Un viaje de trabajo. Si lo tengo que hacer, personalmente me cuesta hasta empezar con la maleta. La espera en el aeropuerto, es una obligación y se hace larga. Si lo quiero hacer, mi maleta se hace sola. Aprovecho la espera en el aeropuerto para leer un libro, hacer un par de llamadas… Cambia todo porque mi predisposición es diferente.
El deporte escolar de tu hijo. Si le tengo que llevar, el partido es infumable, niños corriendo como pollos sin cabeza para arriba y para abajo. Si quiero llevar a mi hijo al deporte escolar, voy a disfrutar del partido, me voy a fijar en mi hijo, y luego comentaremos del partido.
Ponemos más amor y dedicación en aquello que queremos hacer que en lo que tenemos que hacer. Y esto ocurre en todos los órdenes y magnitudes de la vida.
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