Hoy quiero hablar sobre la sucesión familiar. Eso que muchas veces se hace rematadamente mal. Primero decir que como en todo, hay excepciones. Y empiezo por felicitar a la excepción. Heredar un negocio familiar no es fácil. Prepararse para, en el futuro, heredar un negocio familiar tampoco lo es. Trabajar con tu familia tampoco lo es siempre.
Si no estás preparado, ser “hijo de” no te da derecho a destruir lo que con tanto trabajo construyeron tu padre/ madre. Normalmente, la culpa no es del hijo, es de quien le ha puesto ahí, su padre o su madre. Ser padre/ madre, te da una visión subjetiva sobre tu prole, y hay muchos que a pesar de lo evidente, condenan la empresa al dejarla en manos de un hijo poco o nada preparado ni capaz. Yo que soy padre de dos hijos, no soy siempre objetivo respecto a ellos. Lo considero normal.
Hay 4 escenario posibles:
No siempre, pero varias de las experiencias que conozco son consecuencia del dinero. Excesivo dinero en casa que hace que el hijo viva excesivamente bien y sin la necesidad de hacer grandes esfuerzos en ninguna materia. Por fortuna, conozco varios empresarios cuyos hijos se han formado muchísimo para liderar un día el negocio familiar. Son aquellos que siendo “hijos del propietario” han asumido una responsabilidad entendido que tenían que prepararse más que los demás para defender mejor lo que crearon sus padres y un día será suyo.
Lo que tanto costó construir se destruye muy fácil. Sin embargo, hay empresas que lo hacen bien. Redactan un protocolo familiar para hacer el traspaso. Se establecen las directrices para que un hijo pueda asumir la dirección de la empresa, u otras funciones:
Y solamente cuando se cumplen los requisitos se produce el cambio.
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