Cualquier cambio laboral voluntario nos debe apasionar. Es un nuevo reto en el que casi todo lo que nos va a rodear y acontecer es nuevo. Normalmente, la plantilla, clientes, proveedores, productos, procesos, ubicación y en ocasiones hasta la función que realicemos. Y es duro, pero a su vez, es motivador y enriqeucedor. Las personas que cambian de trabajo realizan un gran esfuerzo de adaptación. Procuran rendir desde el principio, y eso supone involucración y tiempo. Al principio todo les parece idílico, luego se normalizan. Y con el tiempo, pueden llegarse a aburrir. Y pasamos, del: ¿Qué tal el trabajo? Muy bien, muy motivado. Al: Mal, pero acostumbrado.
Con el tiempo, casi todo en el trabajo deja de ser nuevo. Debemos procurar que por lo menos no sea viejo, es decir, que suscite cierta motivación mínima en la gente. Soy consciente de que nadie va poder mantener el nivel de motivación inicial, pero debemos procurar que no se nos vayan al otro extremo. En cierta manera, el trabajo debe suponer pequeños retos para cada persona de la organización. De lo contrario, tendremos una situación parecida a la del argentino aquel que se fue a vivir a Canadá…
Me viene como anillo al dedo el artículo Jon…se acercan nuevos retos…ya te contaré…;-)
Das en la diana muy a menudo…soy carne de estudio para este artículo, cada 4 años aproximadamente cambio de trabajo, llego, aporto y, cuando «se acabó el amor» cambio. Dejo y guardo buen recuerdo de donde salgo aunque el esfuerzo de adaptación tiene un precio…
Gracias, sigue compartiendo reflexiones…qué bueno leer y ratificarme en que, al fin y al cabo, no soy tan rara 😉