EL LÍDER

2 marzo, 2019. 0 Comentarios
EL LÍDER

EL LÍDER

2 marzo, 2019 / 0 Comentarios

Algunos comandantes hacen que sus hombres no estén dispuestos a trabajar y a correr riesgos, y que se muestren desanimados y reacios a obedecer, excepto cuando les obligan a ello, y en realidad estén orgullosos de desafiar a su comandante. Sí, y tales comandantes hacen que esos hombres carezcan de sentido de la deshonra cuando sucede algo inaceptable. Comparemos a estos hombres con el general valiente y capaz, dotado del don natural del liderazgo. Permítasele que tome el control de esas mismas tropas o, si se prefiere, de otras. ¿Qué efecto tiene sobre ellas? Se sienten avergonzadas de cometer un acto deshonroso, opinan que es mejor obedecer y enorgullecerse de ello, trabajar alegremente (cada hombre y todos juntos) cuando sea necesario hacerlo.

De la misma manera que el amor por el trabajo puede surgir en la mente de un soldado individual aquí y allá, todo un ejército bajo la influencia de un buen líder se siente inspirado por el amor del trabajo y por la ambición de distinguirse a los ojos de su general. Si así es como el general hace sentirse a los oficiales y a los soldados, entonces es un líder excelente. Por consiguiente, el liderazgo no consiste en ser el mejor en el uso del arco y de la jabalina, ni en cabalgar en la mejor montura y ser el primero en arrostrar un peligro, ni en ser el que mejor conoce las tácticas de la caballería. Consiste en ser capaz de hacer sentir a los soldados que deben seguirle a toda costa y en cualquier aventura. Lo mismo sucede en las actividades privadas: el hombre dotado de autoridad (el director o administrador), que consigue que los trabajadores sean animosos, industriosos y perseverantes, es el hombre que hace que su negocio crezca de forma provechosa.

En un buque de guerra, cuando está en alta mar y los remeros deben bogar todo el día para llegar a puerto, algunos contramaestres pueden decir y hacer lo que es correcto para levantar la moral de sus hombres y hacerles trabajar a conciencia. Otros carecen hasta tal punto de esta habilidad que tardan el doble de tiempo en concluir el mismo viaje. Los unos arriban a puerto bañados en sudor, felicitándose mutuamente el superior y sus remeros. Los otros llegan sin haber sudado; odian a su superior y él les odia a ellos.

Jenofonte