LA SERENIDAD

2 marzo, 2019. 0 Comentarios

LA SERENIDAD

2 marzo, 2019 / 0 Comentarios

Hace mucho tiempo, en un país lejano, vivía un rey viudo que se preocupaba mucho por la educación de su único hijo y heredero, que entonces tenía doce años. Un buen día, el rey quiso explicarle a su hijo el significado de la palabra serenidad. Los maestros del niño, los sabios de palacio y hasta el mismísimo rey lo intentaron, pero el muchacho no conseguía entenderlo. El rey estaba preocupado, ya que para él se trataba de un concepto básico y necesario para su futuro como monarca.

Su majestad, con una cultura y una sensibilidad muy avanzadas para su época, tuvo una idea: si las palabras no daban fruto en la mente de su hijo, tal vez si lo harían las imágenes. Y así fue como el rey ideó una gran exposición de pintura en la que el tema central sería la serenidad. Dicho y hecho, su secretario personal se puso en marcha para obedecer las órdenes de su majestad e hizo llegar la noticia a todos los rincones del reino, puesto que el rey impuso como norma que todos sus súbditos pudieran participar, fueran o no artistas, y que ninguna obra, por mala que fuese,  quedará descartada de la gran exposición que se haría en la gran sala del trono. Una bolsa de monedas de oro sería el premio. Se trataba de una pequeña fortuna, lo cual incentivó a que participase una gran cantidad de súbditos de toda clase y condición.

Las obras empezaron a llegar y llenar la gran sala del trono. Había tantas que el secretario quiso poner un poco de orden clasificándolas personalmente, según la calidad, la belleza del paisaje y la gama de colores. A medida que llegaban, colocaba en los lugares destacables las obras que consideraba más brillantes, ya que se había propuesto que esa exposición fuera memorable y recordada por todos durante muchos años. Las obras de poca calidad quedaban relegadas a la ultima pared, la más oscura y escondida.

Un día antes de la gran inauguración, un viejo que vivía en la montaña y que de joven había sido pintor trajo su cuadro. Cuando lo vio, el secretario quedó horrorizado. ¿Pero qué era aquello? Los colores oscuros, negros y grises, dominaban la tela, que representaba una terrible tempestad en el mar y unas olas que rompían con fuerza contra un acantilado. El hombre no podía evitar sentir cierto miedo al mirarlo. Aunque la calidad era bastante aceptable, y probablemente el artista tenía talento, no lograba entender cómo eso podía llevar el título de serenidad. El secretario y sus ayudantes pensaron hasta en esconder el cuadro para que el rey no se enfadara al verlo en medio de aquella sala fastuosa llena de bellas obras de arte. Pero las indicaciones del rey era muy claras (todos podían participar), y el secretario nunca se atrevería a desobedecer sus órdenes, así que finalmente lo colocaron al final del todo, en la pared más oscura.

El día de la inauguración, la plaza real se llenó hasta los topes. Artistas, súbditos y la nobleza en pleno querían ser los primeros en ver la exposición más grande que jamás se había celebrado en el reino. Delante de la comitiva iban el rey y su hijo, emocionados porque por fin el heredero podría entender es significado de la palabra serenidad.

La sala del trono, decorada con el gusto refinado del secretario, estaba espectacular. Todas las obras eran de una gran belleza y se serenidad: puestas de sol, el mar en calma, los prados llenos de flores o las montañas nevadas. El rey miraba  todos y cada uno de los cuadros con intensidad, buscando el enseñaría a su hijo. En silencio era absoluto entre los nobles que los seguían para no molestarlo en su concentración, mientras que él se detenía pacientemente ante cada obra y la observaba con detenimiento. Así, después de un rato, llevo a la última pared, la más oscura. Cuando vio aquel cuadro terrible, la cara de sorpresa del monarca hizo temblar a su secretario, temeroso por un momento de perder su cargo, y aguantó la respiración mientras el rey seguía observando, curioso, ese paisaje tenebroso. Se acercó, lo miro con interés, se alejó y volvió acercarse hasta casi tocar la tela con la nariz.

Entonces el rey se volvió, miró a su secretario y dijo:

Este es el cuadro ganador. Hijo, acércate para ver qué es la serenidad.

El secretario se quedó boquiabierto, no entendía nada.

El muchacho se acercó y pudo observar que en medio de aquella terrible tempestad, entre los relámpagos y el cielo ennegrecido, había una roca que sobresalía del mar y encima de ella un pequeño nido de pájaros. Se acercó un poco más y pudo ver que dentro del nido había una madre pájaro dando de comer a sus cuatro crías.

El rey entonces le dijo:

Hijo, esto es la serenidad: saber, en medio de la tormenta, cuál es tu prioridad.