-Voy a contarte algo que puede ayudarte -le dijo ,tan pronto como la rana hubo terminado el relato-. ¿Sabes?, las águilas tenemos una vida muy longeva, nada menos que setenta años. Sin embargo, cuando llegamos a los cuarenta, la muerte nos acecha por sorpresa. Es curioso, pero las uñas, antes fuertes y flexibles, se curvan y se vuelven débiles. No conseguimos agarrar a nuestras presas. El pico, puntiagudo y preciso, también se curva. Las alas se vuelven pesadas. Resulta difícil volar y no podemos cazar para alimentarnos.
La rana escuchaba estupefacta. Nunca había pensado en lo doloroso que puede resultar envejecer.
– Entonces, el águila tiene dos alternativas. Morir o enfrentarse a un doloroso proceso de renovación que durará 150 días. Si opta por lo segundo, buscará una hendidura en la roca para refugiarse. Y comenzará a golpear el pico contra la pared, repetidamente, hasta que consiga arrancarlo. Entonces tendrá que esperar semanas hasta que le crezca un pico nuevo, joven y fuerte, y con él se arrancará, una a una, las uñas. Cuando éstas crezcan, las usará para
arrancarse las plumas. Y, al cabo de cinco meses, cuando vuelvan a crecerle las plumas, el águila saldrá de la gruta e iniciará su vuelo de renovación. Le quedan por delante
treinta años de vida.
Del libro: La charca silenciosa