Hoy voy a hablar de los proveedores. La mayoría de nosotros somos proveedores, y todos a la vez somos cliente final, con lo que muchos tenemos las dos experiencias.
Prácticamente en todas las empresas en las que he trabajado, en alguna ocasión nos hemos equivocado con un proveedor. Normalmente, siempre sucedió porque el criterio de elección fue exclusivamente el precio. Gran error.
Un proveedor malo solamente puede competir a precio. Si no aporta valor, ni calidad, ni servicio, solo le queda el precio. Pero el precio, no es solamente el número que se establece en una oferta, es la suma de otros muchos componentes de coste que no se ven sobre la oferta; coste de tener que gestionar los pedidos por los retrasos del proveedor, comunicaciones a cliente, imagen, transportes urgentes, problemas de calidad, reacción ante los mismos… Se repite aquello de “lo barato sale caro”, y es que hemos considerado un “coste local” en lugar del “coste global”.
Por otra parte, debe haber una alineación entre lo que te pide tu cliente y lo que te da tu proveedor. Sin esta alineación, si pretendes satisfacer las necesidades de tu cliente, el que paga es el que está en medio, es decir, tú mismo.
La experiencia me ha enseñado que el precio es solamente una de las variables. Importante, por supuesto, pero no la única que hay que considerar. Un proveedor malo a medio-largo plazo es mucho más caro.
Y es que al final, solo puede quedar el bueno:
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