Cambiar de por si es difícil. Es más fácil cuando exigimos cambiar a los demás sin hacerlo nosotros mismos. Cuando todo el mundo va en una dirección y tú en la contraria, hay dos posibilidades; o todo el mundo está equivocado y tú eres un genio, o por el contrario, el problema eres tú. Normalmente suele ser lo segundo.
El cambio personal es un camino de largo recorrido. Hay que estar convencido y trabajarse mucho. La mayoría de las personas cambian ante circunstancias traumáticas. Necesitan un detonante de consecuencias graves para ser conscientes de la necesidad urgente de cambio. Y ese cambio no es inmediato. Llevamos muchos kilómetros recorridos de una manera, y a partir de un punto, debemos empezar a hacerlo de forma diferente. Por ello, debemos entender que no cambiaré en el primer kilómetro, que debo recorrer muchos kilómetros para ir materializando ese cambio en mí.
Cuando hablamos de formas de ser y de actitudes, es complejo. Y según mi experiencia, en este caso, los detonantes no suelen ser lo suficientemente traumáticos como para que las personas cambien. Cuando alguien es maleducado con 45 años, trata sin respeto a los compañeros con 50 años, ha sido un vago durante 60 años, o ha sido pesimista durante 38 años, el cambio no es fácil. El camino recorrido marca mucho. El otro día le comentaba a una persona de Hidro Rubber, que salvo Michael Jackson, el que es negro, es negro.
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