No es lo ideal tener que castigar a la gente, pero a veces es necesario. Presuponemos cierta madurez y profesionalidad de las personas, y no se da en todos los casos. En determinadas ocasiones, a lo largo de mi carrera profesional he observado comportamientos más achacables a un niño que a un adulto.
Bajo mi punto de vista, el castigo se debe aplicar cuando una persona no modifica su conducta / comportamiento tras ser avisado en reiteradas ocasiones, o cuando alguien transgreda unos límites que no se deben superar bajo ningún concepto en una organización. Hay ciertos comportamientos que en una organización son intolerables. He trabajado en organizaciones en la que una persona le dio un tortazo a otra, o en otra en la que una señora lanzó una grapadora a su compañera. La violencia, el acoso, la discriminación, … debe ser castigada. No se soluciona con charlas y promesas de cambio, sino con medidas contundentes de repulsa firme.
A pesar de que siempre confiemos en el sentido común, la buena disposición y voluntad de las personas y en su profesionalidad, no siempre es así.
¿Amarilla, roja o charla?
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