Normalmente, en la mayoría de los casos, el éxito es proporcional al esfuerzo que se realiza. Y menos mal, porque esto significa que depende de nosotros, del tiempo que dediquemos a alcanzar un objetivo. Nadie aprende a tocar el violín en dos horas, ni domina un idioma nuevo en ese tiempo. Así, con todo. Y que bien que dependa de nuestro esfuerzo, porque lo hace justo y meritocrático. Solemos fijarnos el resultado (la punta del iceberg) y desde fuera, hablamos de suerte. Si, seguro que se trata de suerte. Suerte de levantarse a la 6h00 para ir a correr, suerte de trabajar 12 horas, suerte de estudiar 8 horas, suerte de practicar un instrumento 10.000 horas,… siempre muchas horas de suerte para lograr el éxito.
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