Las normas están para algo. Están para que podamos trabajar y convivir dentro de un mismo espacio con un determinado orden. Es básico que en una organización todo el personal conozca las normas internas y actué de acuerdo a ellas. Evitamos muchos problemas. Cuando no hay normas definidas, hay indeterminación, y cada uno hace lo que le da la gana. En ocasiones, con toda la buena intención, pero en otras, simplemente para aprovecharse de ese estado.
¿Te imaginas lo que sería el tráfico si no hubiese normas de circulación, señales, semáforos,…?
En organizaciones anárquicas cuesta imponer las normas, pero no es un tema de un día, es un proceso, un camino. Debemos empezar a recorrerlo para día a día ir avanzando un poquito. Llegar al final y volver al inicio. Y me explico; una organización en la que no hay normas, necesita seguramente que se establezcan, por lo menos en la mayoría de los casos. Es una organización que se suele llamar jungla o selva. Se necesita imponer orden, y esto lo dan las normas. Es un proceso largo, de advertencias y en ocasiones llegando a sanciones. Pero es un camino de doble vía. Una vez que la organización convive con las normas creadas, al tiempo, éstas, no son necesarias, puesto que han pasado a ser parte de nuestra forma de ser, de nuestra cultura.
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