Es muy conocida la anécdota de aquel soldado que hacía guardia en un banco en el patio del campamento. Un mando pasó por allí y le preguntó qué hacía. Este contestó que hacer guardia, tal y como le habían ordenado. El mando averiguó que esa guardia sin sentido se hacía desde años atrás. Interesado en aquel extraño asunto, al fin supo que mucho tiempo antes alguien ordenó a un soldado hacer guardia en aquel banco recién pintado para que ningún soldado se sentase y se manchase el uniforme. Luego la rutina y la complejidad hizo el resto. Son muchas las empresas, especialmente las grandes, que se pueden ver retratadas en la anécdota de
los militares y el banco cuando llevan a cabo tareas absurdas, repetidas, ineficaces e incluso inútiles.
Del libro Management humano
-Voy a contarte algo que puede ayudarte -le dijo ,tan pronto como la rana hubo terminado el relato-. ¿Sabes?, las águilas tenemos una vida muy longeva, nada menos que setenta años. Sin embargo, cuando llegamos a los cuarenta, la muerte nos acecha por sorpresa. Es curioso, pero las uñas, antes fuertes y flexibles, se curvan y se vuelven débiles. No conseguimos agarrar a nuestras presas. El pico, puntiagudo y preciso, también se curva. Las alas se vuelven pesadas. Resulta difícil volar y no podemos cazar para alimentarnos.
La rana escuchaba estupefacta. Nunca había pensado en lo doloroso que puede resultar envejecer.
– Entonces, el águila tiene dos alternativas. Morir o enfrentarse a un doloroso proceso de renovación que durará 150 días. Si opta por lo segundo, buscará una hendidura en la roca para refugiarse. Y comenzará a golpear el pico contra la pared, repetidamente, hasta que consiga arrancarlo. Entonces tendrá que esperar semanas hasta que le crezca un pico nuevo, joven y fuerte, y con él se arrancará, una a una, las uñas. Cuando éstas crezcan, las usará para
arrancarse las plumas. Y, al cabo de cinco meses, cuando vuelvan a crecerle las plumas, el águila saldrá de la gruta e iniciará su vuelo de renovación. Le quedan por delante
treinta años de vida.
Del libro: La charca silenciosa
Woody Allen estaba en lo cierto: ¡EI 80% de la vida es hacerse presente!
En 1962 mi novedosa agencia de publicidad asentada en Nueva York atrajo la atención de dos importantes directivos de la Quaker Oats Company establecida en Chicago. Estaban en medio de la selección de una nueva agencia publicitaria y, aunque tenían una regla autoimpuesta sobre contratar sólo agencias locales, visitaron Papen Koening Lois para medirnos. No ocultaron el hecho de que querían cambiar de su típica y establecida agencia de “marketing” a la que estaba desencadenando la Revolución Creativa de la Publicidad. Dos días después, los dos nos llamaron a las 9.00 a.m., tiempo de Chicago (10.00 a.m., tiempo de Nueva York) y nos dijeron dolorosamente que estaban angustiados con su decisión, pero se sentían obligados a trabajar con una agencia local por su necesidad de organizar juntas de última hora, y Nueva York era una tierra lejana. Después de colgar el teléfono mis dos socios y yo nos vimos los unos a los otros, nuestras mentes aceleradas, y nos dijimos, “¡Corramos al aeropuerto LaGuardia y aparezcamos en su oficina antes de que regresen del almuerzo”. Logramos llegar a LaGuardia en media hora, nos subimos al avión (no había medidas de seguridad en esos días), dos horas y media en el avión, después un rápido viaje en taxi, ¡y sin aliento llegamos a su oficina en el Merchandise Mart, mientras ellos seguían afuera comiendo! Media hora después entraron a su sala de espera, y hubieses podido tumbarlos con una pluma cuando nos vieron apoltronados en sus cómodos sillones, hojeando revistas. Contentos y encantados ante nuestra entusiasta travesura, nos dieron la cuenta publicitaria en el momento.
Piensa de pie, haz que las cosas pasen, ¡impresiona a los clientes no sólo con tu trabajo, sino con tu garra, deseo y atrevimiento!
Del libro: ¡Qué buen consejo!
La historia más emocionante entre la unión de habilidad y estilo involucra al comerciante de arte Lord Duveen, al recibir por fin una audiencia con J.P. Morgan, el coleccionista más importante del siglo veinte: el dandi Duveen, con su traje formal, polainas, sombrero de copa, bastón y todo engalanado ante la presencia de Morgan en su lujosa mansión en Fifth Avenue. Sin un saludo, Morgan apuntó a cinco largos jarrones en su piso de mármol y le dijo a Duveen que tres eran obras maestras Ming del siglo dieciséis, y las otras, dos copias exactas que le había costado una fortuna hacerlas. Le ordenó, a Duveen que estudiara los jarrones y le dijera cuáles eran copias y cuáles eran los invaluables originales. Lord Duveen se pavoneó hacia los envases, difícilmente echándoles siquiera una mirada, alzó su bastón con mango de perla y, con dos violentos golpes destrozó dos de ellos hasta hacerlos añicos. Desde ese momento, cada pintura y objeto de arte que J.P. Morgan coleccionó hasta el día que murió, lo compró del gran vendedor inglés. A través de una total confianza en sus propias habilidades, Duveen nos enseña que vender es realmente un arte que uno debe dominar para ser exitoso.
Del libro: ¡Qué buen consejo!
Tres ejemplos tomados de las reglas de comportamiento de los samuráis:
MAKOTO– Sinceridad absoluta: Cuando un samurái dice que hará algo, es como si ya estuviera hecho. Nada en esta tierra lo detendrá en la realización de lo que ha dicho que hará. No ha de dar su palabra. No ha de prometer. El simple hecho de hablar ha apuesto en movimiento el acto de hacer. Hablar y hacer son la misma acción.
GI– Honradez y justicia: Para un samurái no existen las tonalidades de gris en lo que se refiere a honradez y justicia. Solo existe lo correcto y lo incorrecto.
CHUGO- Deber y lealtad: Para un samurái, haber hecho o dicho algo, significa que ese algo le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan. Un samurái es intensamente leal a aquellos que están bajo su cuidado. Para aquellos de los que es responsable, permanece fieramente fiel.
Del libro: Management Humano
Un hombre fue a visitar a un viejo sabio con el fin de que lo instruyera. El anciano lo recibió invitándolo a una taza de té. Mientras tanto, el recién llegado no paraba de hablar sobre sus muchos conocimientos y mostraba sus opiniones sobre cual quier cosa. El sabio cogió la tetera y empezó a verter té sobre la taza de su invitado, de tal modo que el humeante líquido se derramó. No obstante, el viejo siguió sinviendo té.
-¿Qué hace usted? -dijo el hombre-. ¿No se da cuenta de que la taza rebosa y está cayendo el té al suelo?
El anciano sonrío pícaramente y dijo: Ilustro esta situación. Tú, al igual que la taza, estás ya lleno de tus propias opiniones, prejuicios y creencias. ¿De qué serviría que yo intentara enseñarte algo si antes no te vacías?
Lobo solitario vio a un coyote con un pájaro en la boca. Para que no se lo comiera le dio un trozo de bisonte que había cazado. El coyote ni se lo pensó, soltó el pajarillo para devorar el solomillo de bisonte. Lobo Solitario recogió al malherido pajarillo para cuidarlo porque eran animales sagrados. mientras lo reanimaba notó una presencia por detrás. Giró al cabeza y vio al mismo coyote, ¡pero esta vez con dos pajarillos!
Del libro :Cómo liderar hoy de Alejandro Hernández
Una vez, un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:
– “He mandado hacer un precioso anillo con un diamante, con uno de los
mejores orfebres de la zona. Quiero guardar, oculto dentro del anillo, algunas
palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al
que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese
mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos.
Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi
anillo”.
Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios, eruditos
que podían haber escrito grandes tratados… pero ¿pensar un mensaje que contuviera
dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy
difícil. Igualmente pensaron, y buscaron en sus libros de filosofía por
muchas horas, sin encontrar nada en que ajustara a los deseos del poderoso rey.
El rey tenía muy próximo a él, un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como la familia y gozaba del respeto de todos.
El rey, por esos motivos, también lo consultó. Y éste le dijo:
– “No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”
– “¿Como lo sabes preguntó el rey”?
– “Durante mi larga vida en Palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.
En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.
– “Pero no lo leas”, dijo. “Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación”.
Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.
Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo, y los perseguidores eran numerosos. En un momento, llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle.
Caer por el, sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.
Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento…
Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.
En ese momento fue consciente que se cernía sobre él, un gran silencio.
Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino. Pero lo cierto es que lo rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.
El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado.
El día de la victoria, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile…y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.
En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:
– “Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo”
– “¿Qué quieres decir?”, preguntó el rey. “Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.
– “Escucha”, dijo el anciano. “Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje… “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”
Y, nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.
Entonces el anciano le dijo:
– “Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”
Los dos motores del avión se apagaron súbitamente.El experimentado piloto Hoover logró realizar una aterrizaje de emergencia, aunque el avión quedó seriamente dañado. Lo primero que hizo fue inspeccionar el tanque de gasolina. Tal como sospechaba, habia sido cargado erróneamente con otro tipo de combustible. Hoover preguntó por el mecánico de mantenimiento. El joven mecánico estaba aterrizado por su grave error. Le corrían las lagrimas por las mejillas al ver a Hoover acercarse directo hacia él. Era consciente de su metedura de pata. Abia provocado la pérdida del avión y podía haber causado la muerte del piloto. Era fácil imaginar en ese momento la ira de Hoover y la tormenta verbal que le iba a caer al mecánico. Sin embargo, Bob Hoover no le reprochó nada. En su lugar, puso su mano sobre el hombro de aquel muchacho y le dijo:”mañana vuelo de nuevo. Quiero que se ocupe de de preparar mi F51 Mustang”.
¿Fuiste de pequeño alguna vez al circo a ver al hombre más fuerte del mundo? Si, ese grandullón con bigote y traje de leopardo. En cada actuación se esforzaba para levantar los doscientos kilos anunciados en la publicidad del circo. Cada día daba el 100% ara levantar el peso. ¡Todos los días!
A mi me asombraba desde que era niño ver a una persona dando el techo de su esfuerzo en su trabajo todos los días. Yo, desde bien pequeño me preguntaba más de una vez ¿por qué no levanta un poco menos de peso? Nadie lo habría notado. Si fuera él, levantaría algo menos para que fuera más fácil mi trabajo. Así no tendría que esforzarme todos los días en dar el 100% en cada actuación. Ese mínimo porcentaje no cambiaría la impresión causada en el publico. Nadie se daría cuenta.
¿Por que el hombre mas fuerte del mundo no lo hacia?
Por que se empeñaba en llegar al limite de sus fuerzas en cada una de sus actuaciones? Es verdad, que si un día levantara un poco menos de peso lo tendría mas fácil. No necesitaría esforzarse al máximo cada jornada de trabajo. Su vida seria mas llevadera. Pero unos días mas tarde se vería obligado a reducir el peso otro poco para no tener que esforzarse al máximo. A la semana reduciría el peso de nuevo para no tener que dar el tope. Como muy tarde, pasados unos meses, tendría que buscarse otra profesión menos agotadora porque nadie iría al circo a ver a un forzudo que levanta poco peso.
La cultura del esfuerzo
Solo cuando el hombre mas fuerte del mundo se marca como meta levantar el 100%o cada día logrará elevar por encima de sus hombros los doscientos kilos sin derrumbarse. La única manera que tiene de mantener un nivel de rendimiento alto consiste en querer llegar al máximo cada día. Así le ocurre al hombre mas fuerte del mundo, a la cantante del momento, al actor de moda o al tenista profesional. Se esfuerzan en darlo todo en cada actuación, escena o partido. ¿Por que el tenista numero uno lucha cada bola? Por que la cantante numero uno se esfuerza al máximo en cada actuación? Por la física del agua. A 99 grados el agua solo quema, a 100 grados herve. El agua hirviendo produce vapor, y el vapor mueve las turbinas de las enormes hélices de un barco de gran tonelaje o de una pesada locomotora. Y es un
único grado. Un solo grado mas que marca la diferencia. ¡’Toda la diferencia! El caballo ganador en una carrera se lleva todo el merito, el mayor premio. El segundo caballo gana muy poco en comparación. Una diferencia muy grande en ganancias para una distancia de una sola cabeza entre ellos
Del libro: Cómo liderar hoy con 4 conversaciones, de Alejandro Hernández
A los cuarenta minutos de comenzar mi taller de negociación con el comité de dirección de Elpozo, aprendí una lección para toda la vida. Su presidente se levantó, se me acercó, y me susurró al oído una frase que contenía una palabra desconcertante: “En esta empresa no hay “siperosos“. Si, has leído bien: siperosos. Durante cuarenta minutos usé “si, pero”siete veces. Es esa empresa, quien arranca su discurso con un “si, pero”, lo llaman siperoso. Saben por experiencia que la siperoris es altamente contagiosa.
El presidente de Elpozo se sentó. Me disculpé con otro inicio de frase muy común: “es que no sabia”, “es que claro, como no conozco su empresa”, “es que …”. Se volvió a levantar. Vino hacia mi otra vez. Me volvió a susurrar al oído una segunda palabra más desconcertante todavía. Con mucha delicadeza me dijo: “en esta empresa no hay esquerosos. ¿Cómo? Un esqueroso es un colaborador con el que da asco trabajar. Desde entonces, como te puedes imaginar, ya no me han vuelto a llamar para impartir más talleres.
Ojo con la siperosis y la esquerosis porque son contagiosas. Empieza a construir esa cultura de la solución y no del problema. El que pone peros, es un siperoso. El que dice es que, es un esqueroso.
Es más fácil buscar una excusa que una solución.
Del libro :Cómo liderar hoy de Alejandro Hernández
No es una acción puntual la que determina la victoria, no gana el partido el que marca el gol más bonito, sino que es la suma de todas y cada una de las acciones desde que empieza hasta que acaba el partido lo que lo decide. La temporada jamás deviene un fracaso de repente, o por un mal partido. Más bien, caes en él después de repetir pequeños errores una y otra vez, sin corregirlos, a lo largo de demasiado tiempo. Y similarmente, el éxito se alcanza por la suma de pequeñas y sencillas acciones realizadas durante días, semanas, meses,…
Del libro: “Jugar con el corazón” de Xesco Espar
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