Digo muchas veces que cuesta lo mismo hacer las cosas bien que mal. Todos nos podemos equivocar y hacer determinadas cosas con un mal resultado o perjudicando a alguien, pero en origen, sin querer haberlo hecho mal. Creo en el género humano, y en la voluntad de hacer las cosas bien, a pesar de que a lo largo de mi vida profesional me ha tocado convivir con malas personas. Pocas, pero alguna que otra. Este tipo persona no piensa en los demás. Lo importante no es el proceso, es el resultado, y concretamente su resultado. No importa quien esté por medio ni a quien afecte, son circunstancias colaterales que debe salvar para alcanzar su objetivo.
Curiosamente, la mayoría de ellas son lobos con piel de cordero, son superficiales y extremadamente amables y halagadoras, pero tienen muy buena puntería para lanzar cuchillos por la espalda.
Este tipo de personas perjudican a la organización. Vivimos en una era donde es más importante que nunca que las personas estén involucradas, unidas y trabajando conjuntamente por un objetivo común. Necesitamos que todo el mundo contribuya con su tarea y con su pensamiento. La mala persona, destruye todo esto. Busca un beneficio propio incompatible con el objetivo común, aunque a veces, no lo consiga…
No hace falta que te diga que hay que hacer con las malas personas. Si me lees o me conoces, ya sabes cuál es la respuesta.
Totalmente de acuerdo y también las he sufrido.