El burro le dijo al tigre:
– “El pasto es azul”.
El tigre respondió:
– “No, el pasto es verde”.
La discusión se calentó, y los dos decidieron someterlo a un arbitraje, y para ello concurrieron ante el león, el Rey de la Selva.
Ya antes de llegar al claro del bosque, donde el león estaba sentado en su trono, el burro empezó a gritar:
– “Su Alteza, ¿es cierto que el pasto es azul?”.
El león respondió:
– “Cierto, el pasto es azul”.
El burro se apresuró y continuó:
– “El tigre no está de acuerdo conmigo y me contradice y molesta, por favor, castígalo”.
El rey entonces declaró:
– “El tigre será castigado con 5 años de silencio”.
El burro saltó alegremente y siguió su camino, contento y repitiendo:
– “El pasto es azul”…
El tigre aceptó su castigo, pero antes le preguntó al león:
– “Su Majestad, ¿por qué me ha castigado?, después de todo, el pasto es verde”.
El león respondió:
– “De hecho, el pasto es verde”.
El tigre preguntó:
– “Entonces, ¿por qué me castigas?”.
El león respondió:
– “Eso no tiene nada que ver con la pregunta de si el pasto es azul o verde. El castigo se debe a que no es posible que una criatura valiente e inteligente como tú pierda tiempo discutiendo con un burro, y encima venga a molestarme a mí con esa pregunta”.
Cuando Vijay abrió su tienda, colocó un cartel que decía: “aquí vendemos pescado fresco”. Su padre se paró delante de la tienda y le dijo que la palabra “vendemos” sugería un énfasis en el vendedor, el lugar de en el cliente, y no era necesario utilizar la primera persona del plural. De modo que cambiaron el cartel por “aquí se vende pescado fresco”.
Su hermano vino de visita y le sugirió que la palabra “aquí” podría eliminarse, ya que era superflua. Vijay estuvo de acuerdo y cambió el cartel por otro que decía “se vende pescado fresco”.
A continuación, su hermana intervino y le dijo que el cartel debería simplemente decir “pescado fresco”. Claramente lo que se hacía en la tienda era vender el pescado; ¿ qué otra cosa se podía hacer con él?
Más tarde, 1 de los vecinos se acercó a felicitar a Vijay por la apertura de la tienda. Y le mencionó que todos aquellos que pasaran por ella podían ver que el pescado era realmente fresco. Mencionar la palabra “fresco” hacía que el cartel pareciera en realidad defensivo, como si hubiera resquicio para la duda acercade la frescura del pescado. Con eso el cartel quedó reducido a una única palabra: “pescado”.
Mientras Vijay volvía a su tienda después de un descanso, se dio cuenta de que se podía identificar perfectamente al pescado por su olor a una gran distancia; de hecho, a una distancia desde la cual malamente se podía distinguir lo que había escrito en el cartel. Entonces se dio cuenta de que no era necesario incluir ni siquiera la palabra “pescado”.
Del libro: Presentación zen
Una contable de éxito, que ha muerto atropellada por un autobús que iba a toda velocidad, llega a las puertas del cielo y es recibida por san pedro, que le explica que tendrá que estar un día en el cielo y otro en el infierno antes de decidir dónde quiere pasar la eternidad.
Con un gran temor, entra en el infierno y será sorprendida al ver un estupendo campo de golf, amigos y compañeros que le dan la bienvenida, una comida fabulosa e, incluso, un diablo encantador.
Al final de la jornada, deja el infierno a regañadientes para vivir su día en el cielo. La experiencia también es bastante buena, con las nubes, los ángeles, las arpas y los cánticos que ella esperaba.
San pedro insiste para que tome la decisión de su vida( y más allá). ¿ en qué lugar quiere pasar la eternidad: el cielo o el infierno?
Lo has adivinado: elige el infierno. Cuando vuelve allí, se encuentra una tierra baldía y a sus amigos vestidos con andrajos, recogiendo basura. No hay fiestas; solo miseria y desesperación.
La mujer le dice al diablo: no lo entiendo. Ayer estuve aquí y había un campo de golf y un club, comimos langosta, bailamos y lo pasamos estupendamente. A ahora veo un lugar desértico y todos mis amigos tienen un aspecto triste.
El diablo la mira y sonríe: “ Ayer estábamos contratando; hoy eres una empleada”.
Unos cazadores que después de abatir a una leona, vieron que esta tenía un parto espontáneo del que nacía un cachorro. Tomaron al recién nacido y se lo llevaron consigo. Al día siguiente cansados de cargar con él, se lo dieron a un pastor quien lo cuidó alimentándolo con la leche de las ovejas.
Casi un año después, el león vivía plácidamente entre las ovejas como cualquiera de ellas. Su identificación era tal que balaba, se quejaba, aburría, desafiaba a los mayores y se pavoneaba como hace cualquier oveja adolescente.
Un día mientras pastaban en un valle un león salvaje vislumbró desde la montaña un joven león pastando, esta sorprendente estampa le llenó de ira, por lo que se dirigió al mismo y le dijo ¿No te da vergüenza vivir así? ¿Cuándo se ha visto a un león viviendo como una oveja?
El león tan solo supo decir beee, por lo que el adulto le llevó a un estanque dónde al ver su imagen reflejada y tan igual al del león empezó a dudar de su condición. Nunca se le había pasado por la cabeza que podía ser distinto de las ovejas.
El joven dejó el rebaño y se fue con el león a las montañas, aprendiendo a cazar y a vivir en ellas. Un día, casi sin darse cuenta, lanzó su primer rugido que terminó por despertar su instinto, se había dado cuenta de quién era.
El león mayor sonrió de satisfacción, las cosas eran finalmente como debían ser.
Dicen los sufíes que ese rugido de león, cuando cae en la cuenta de su verdadera naturaleza, es igual al grito que emite una mujer o un hombre cuando descubre que él o ella es un ser humano. Porque los sufíes piensan que los seres humanos también tenemos ese problema: vivimos como ovejas sin saber que somos leones.
Todos los años se inauguran alrededor de mil restaurantes nuevos en Nueva York. Abren sus puertas con muchas ganas, repletos de confianza en sí mismos y con un marcado deseo de alcanzar el éxito. Al cabo de cinco años, ochocientos de ellos habrán desaparecido sin dejar rastro, por distintos motivos que son, en esencia, él mismo. Para que un restaurante o una expedición a la Antártida tengan éxito es preciso mantener la excelencia en el tiempo. No basta con servir buenos platos. No basta con tener una buena ubicación. No basta con trabajar el servicio, la formación, la marca, el liderazgo y la adaptabilidad. Y tampoco basta la suerte. Para sobrevivir es preciso combinar todos estos factores, una noche tras otra, el fracaso es la desaparición.
Del libro: el código de la cultura
Cuentan que en una ocasión un hombre quiso comprobar si lo que decían de Buda era cierto, por lo que partió en su búsqueda para demostrar que nadie era capaz de mantenerse inalterable ante las provocaciones. Finalmente, llegó ante la presencia de Buda y, con toda su ira, comenzó a insultarlo de manera cruel, lanzándole todo su odio con la intención de vejarlo y degradarlo. Sin embargo, ante aquel despiadado ataque de violencia verbal, Buda permaneció impasible con un gesto de compasión.
Cuando aquel hombre se quedó sin energía por la falta de reacción que esperaba para reavivar su fuego, Buda se dirigió a él y le dijo:
¿Puedo hacerte una pregunta?
¡¡Qué!!- respondió el hombre gritando despectivamente.
Si alguien te ofrece un regalo y tú lo rechazas, ¿ a quién pertenece entonces?
Sigue perteneciéndole a la persona que lo ha ofrecido- respondió enfurecido el hombre.
Tienes razón, mi querido amigo- respondió Buda con una cálida sonrisa-. Entonces, sí yo rechazo a aceptar tus insultos, ¿ a quién crees que pertenecen?
Sorprendido por la reflexión de Buda, el hombre se quedó sin palabras y se alejó pensativo.
Del libro: Donde tus sueños te lleven.
El sufí Bayazid dice acerca de sí mismo:
De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: “Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo”.
A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: “Señor, dame la gracia de transformar a cuántos entren en contacto conmigo. Aunque solo sea a mi familia y mis amigos”. Con eso me doy por satisfecho.
Ahora, que soy viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi única oración es la siguiente: “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo”. Si yo hubiera orado de ese modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.
Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad. Casi nadie en cambiarse a sí mismo.
Del libro: Donde tus sueños te lleven
Recuerdo una vieja historia de un amigo que fue a visitar un cliente. Nada más entrar por la puerta de la empresa se topó con un perro que estaba tumbado en el suelo. No paraba de hacer extraños gemidos. parecía que estaba enfermo, como si estuviese protestando por algo, y se revolvía y aullaba. Pero no se movía del sitio.
Al encontrarse con el cliente, mi amigo le preguntó qué le pasaba al perro. Éste le respondió que nada, que simplemente se había tumbado encima de un clavo. Entonces, ¿por qué no se mueve? se extrañó mi amigo. “Porque parece que todavía no le duele bastante”, fue la respuesta.
¿Cuántas veces estamos tumbados encima de ese clavo y nos pasamos el día quejándonos? Y, sin embargo, no somos capaces de tomar una decisión y levantarnos.
Del libro: Donde tus sueños te lleven. Javier Iriondo
El cielo sería un policía inglés, un cocinero francés, un ingeniero alemán, un amante italiano y la organización a cargo de los suizos. El infierno sería, en cambio, un cocinero inglés, un ingeniero francés, un policía alemán, un amante suizo, y todo organizado por los italianos.
La vida es una novela que ya sabemos cómo termina: al final el protagonista muere. Así que lo más importante no es cómo acaba nuestra historia, sino cómo vamos a llenar las páginas. Pues la vida, igual que una novela, tiene que ser una aventura. Y las aventuras son las vacaciones de la vida.
Del libro: El enigma de la habitación 622
Un discípulo llegó muy agitado a la casa de Sócrates y empezó a hablar de esta manera:
– “¡Maestro! Quiero contarte cómo un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…”
Sócrates lo interrumpió diciendo: -“¡Espera! ¿Ya hiciste pasar a través de los Tres Filtros lo que me vas a decir?
-“¿Los Tres Filtros…?”
-“Sí” – replicó Sócrates. El primer filtro es la VERDAD. –“¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en todos sus puntos?”
-“No… lo oí decir a unos vecinos…”
-“Pero al menos lo habrás hecho pasar por el segundo Filtro, que es el de la BONDAD: ¿Lo que me quieres decir es por lo menos bueno?”
-“No, en realidad no… al contrario…”
-“¡Ah!” – interrumpió Sócrates.- “Entonces vamos al último Filtro. ¿Es NECESARIO que me cuentes eso?”
– “Para ser sincero, no…. Necesario no es.”
– “Entonces -sonrió el sabio- Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario… sepultémoslo en el olvido…”
Formulada por el británico del mismo nombre en 1957 dice que una tarea llevará tanto tiempo como tengamos para hacerla. Es decir, que cuanto más tiempo más tiempo se tiene para hacer algo, más se malgasta. Para evitarlo es útil poner fechas limite y trabajar para cumplirlas. Cuanto menos tiempo tengas para hacer algo, más te centrarás en hacer lo importante y sacarlo adelante, debido a la presión. El resultado será igual o mejor que si tienes un tiempo indeterminado para hacerlo y te relajas demasiado.
Del libro: El método Ikigai