Vivimos una época de cambio continuo e imprevisible. Esta época no tiene fin, va a ser así para siempre.

Suelo recomendar parar y mirar atrás. Pero no mirar hoy al día de ayer, sino dar saltos más grandes para poder apreciar los cambios. El cambio es lento.

Hay gente para todo. Y en todas las casas cuecen habas. O lo que viene a ser lo mismo, tú, también los tienes.

Conozco poca gente que pueda permitirse vivir sin trabajar. Bueno, realmente todos podríamos hacerlo, pero nuestro estilo de vida sería muy diferente al actual.

La gente puede cambiar. Normalmente, poco. Nos cuesta mucho abrirnos a pensar que la forma en que somos y pensamos es mejorable, y preferimos seguir siendo como somos y actuando como actuamos.

Por amor al dinero… vendes tu alma. Personas que soportan una presión terrible por el dinero que reciben, lo pagarán en salud.

Cuando alguien se incorpora a una nueva organización, lo hace ilusionado (si no, mal empezamos). Lleno de energía y con ganas de contribuir en un proyecto nuevo.

Se ha puesto de moda el Mindfulness. Algo que ha existido toda la vida, pero que por desgracia hemos dejado de utilizar.

Cuando te gusta lo que haces, se nota. Mejor dicho, lo notan. El detalle y la atención es radicalmente diferente en aquellas personas que realizan su trabajo con ilusión.

Ahora que termina el año, es un periodo ideal para hacer balance.

¿Quién tiene más posibilidades de vivir mejor en el futuro mundo salvaje, el niño que ha cruzado el Estrecho en patera sin saber nadar, o el niño al que le llevan en coche al cole porque llueve?

Tendemos a diseñar unos y a implantar otros. O aunque los que diseñan sean los mismos que implantan, no son las personas afectadas tras los cambios.