No te pido que seas experto, pero al menos debes saber de lo que hablas. Estoy seguro de que conoces muy bien tu trabajo, pero debes conocer algo del trabajo que hace la gente que depende de ti.

Nos gusta hacerlo complicado. En ocasiones, porque cuando algo es complejo nos da la sensación de que hemos trabajado más. Lo complejo realmente está en hacerlo simple.

El orden de los factores muchas veces sí altera el producto. No es recomendable hacer y después diseñar, de la misma forma que tampoco lo es hablar antes de pensar.

El otro día estuve con un amigo que quería mi consejo, ya que tenía una oferta de trabajo y quería valorarla. Te comento alguna de las reflexiones que compartí con él:

Dedícale tiempo.

El mundo se va a la mierda. Todo gira entorno al dinero. Antes consumíamos productos de temporada de nuestro entorno.

No me gusta decir retener el talento, me suena como algo forzado. Pienso que las empresas tenemos que tratar de atraer el talento no de traerlo y retenerlo.

Un mal día lo tiene cualquiera. De hecho, todos los tenemos. El problema es cuando tu mal día se alarga demasiado, meses sino años. Ya no es un mal día.

Los tiempos cambian y solo perduran las empresas que son capaces de cambiar con los tiempos.  Muchas no lo hacen, muchas cierran.

Todos hemos conocido personas que eran un genio como profesional pero un imbécil como persona. La historia normalmente termina mal.

Trabajar es importante, genera ingresos y depende de dónde estés, te puede desarrollar, pero no lo es todo. Primero lo primero, y pocas veces debe ser el trabajo.

No tiene sentido sembrar semilla nueva en piedra. No saldrá nada. Debemos dedicarnos a la gente que realmente puede florecer y no dedicar esfuerzo en terreno muerto.

Considero que hay que empezar con el “querer”. ¿Qué queremos hacer? Luego, ya analizaremos qué recursos necesitamos para poder ejecutar el querer.