Importante saber qué hacer. Igual de importante saber qué no hacer.

Hacer cosas de forma diferente es bueno, enriquece. No somos conscientes de la gran cantidad de cosas que hacemos de la misma manera sin darnos cuenta, sencillamente por rutina.

Damos por hecho que nuestra forma de entender y de ver la realidad es la normal.

Puedes planificar todo lo que quieras, pero van a existir ciertas variables que no dependen de ti.

Con la práctica, cada vez te quejas mejor. Si practicas mucho, estás perfeccionando la forma de quejarte. Todo aquello que repetimos mucho lo mejoramos, convirtiéndonos en expertos.

La cabeza nos hace ser lógicos. Pone orden en todo lo que hacemos. Nos hace razonar, pensar y evaluar.  El corazón nos hace soñar. Es la pasión en lo que hacemos.

No todos tenemos la misma definición para todo.

La primera logra alcanzar el objetivo considerando la minimización de recursos, mientras que la segunda pone el foco en el objetivo independientemente de los recursos necesarios para alcanzarlos.

¿Cuántas veces llevamos la conversación hacia lo que nosotros queremos? ¿Cuántas veces has venido a “hablar de tu libro” sin importante la opinión de los demás? Es algo frecuente.

Al Grinch no le gusta la Navidad y por eso, todo su año es de apatía constante. Un momento puntual, condiciona todo el año, y hace que su carácter se agríe.

Al igual que cada persona, cada empresa es única. Esa unicidad en la empresa la dan las personas.

No se trata de hacer por hacer, ni de hacer mucho. Se trata de hacer lo que hay que hacer para conseguir lo que se persigue. Es decir, todo el esfuerzo que realices debe estar encaminado a un fin.